La Dermatitis Atópica es una enfermedad dermatológica inflamatoria crónica de la piel que evoluciona por brotes, donde existe una predisposición genética, que afecta de manera predominante a pacientes pediátricos, y donde el síntoma principal es el PICOR.
La Dermatitis Atópica es considerada una enfermedad multifactorial, en su aparición intervienen factores del sistema inmunitario, ambientales y genéticos. Por ello, los pacientes que presentan antecedentes familiares con Dermatitis Atópica tienen mayor probabilidad de padecerla.
El estado de la barrera de la piel es fundamental, y se reconocen alteraciones cromosómicas en el gen de la filigrina que es una proteína capaz de mantener compactos a los queratinocitos o células de la piel e impedir una excesiva sudoración o pérdida de agua y la entrada de microorganismos tales como bacterias u hongos que secundariamente colonicen la piel de estos pacientes.
Entre los factores ambientales podemos destacar: el estrés, el tipo de material de la ropa, los detergentes, los jabones y el ambiente seco.
En el invierno incrementa bastante el ambiente seco y por lo tanto esto resulta perjudicial para nuestra piel ya que compromete la función barrera de la misma y por tanto se vuelve más frágil que lo habitual. Esto hará que la piel tienda a inflamarse más, provocando la aparición de rojeces y lesiones características de un brote atópico.
El frío hace que la piel se deshidrate y por ello el picor se acentúa, provocando un empeoramiento en las zonas rascadas. A esto hay que añadirle que en invierno la piel produce menos cantidad de grasa en comparación con las otras estaciones de año, y en consecuencia la piel pierde parte de sus funciones protectoras que suele tener.